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Neurobiología del Trauma.

NEUROBIOLOGÍA DEL TRAUMA I:

Corteza Prefrontal y Amígdala.


1.- ¿Cómo se comporta el cerebro ante una amenaza?

2.- ¿Qué pasa con el desempeño y habilidades cognitivas habituales de la víctima ante situaciones de gran estrés o ataque?

Los primeros estudios sobre los efectos del estrés en la cognición se realizaron en la Segunda Guerra Mundial, ya que surgieron preguntas acerca del comportamiento de pilotos experimentados y entrenados en simulacros de guerra que tenían accidentes aéreos en combates reales, los cuales eran atribuidos a errores cognitivos, al ser envueltos en una atmósfera de gran estrés.


Los investigadores comenzaron a manipular niveles de estrés de manera experimental para observar cómo se alteraba el desempeño y habilidades de los soldados.


Como resultado, los estudios mostraron que el estrés limitaba el desarrollo de labores complejas o mentalmente demandantes, pero mejoraba el desarrollo de acciones más simples, conocidas, ya practicadas, consideradas como parte del funcionamiento automático del propio individuo.


Así mismo, quien se sentía en control de la situación no presentaba inhibición de funciones complejas, en comparación con los que se sentían intimidados o amenazados. Gracias a la continua investigación, ahora se sabe que las acciones complejas inhibidas por el estrés forman parte de las funciones de la corteza prefrontal cerebral, mientras que la reacción favorecida por la amenaza, forma parte de la amígdala, hipotálamo y ganglios basales.

Corteza prefrontal.

El cerebro tiene numerosas conexiones o redes con diferentes áreas del mismo, tanto superficiales como profundas, para ejecutar una función y reaccionar ante un estímulo.


La corteza prefrontal (CPF) se encuentra en el lóbulo frontal del cerebro y se encarga de regular la atención, el pensamiento, la acción (área dorsolateral); errores y percepción de la realidad (área dorsomedial); y la emoción (área ventralmedial).


Por otra parte, la amígdala se encuentra en la profundidad de los lóbulos temporales, tiene conexiones con la corteza prefrontal e hipotálamo y se encarga de activar el “circuito de defensa” cerebral para provocar la liberación de hormonas de lucha y huida (noradrenalina, dopamina, cortisol) e inhibir funciones complejas de la corteza prefrontal que no se necesitan para sobrevivir ante una situación de ataque.





Por ejemplo, en situaciones habituales, las áreas de la corteza prefrontal regulan la inteligencia, el pensamiento y la atención crítica.


Por otra parte, en condiciones amenazantes, la atención deja de ser crítica para ser presencial y sensorial (lo que se escucha, lo que se ve, lo que se siente, los aromas que se perciben) al momento del ataque; a su vez, el comportamiento flexible y orquestado se cambia por movimientos automáticos o reflejos inherentes a cada individuo, y de la misma manera, el pensamiento complejo, lento y crítico se convierte en reflejo, rápido y emocional, debido a la activación de las funciones y conexiones de la amígdala. Es por eso, que en algunas ocasiones, las víctimas no recuerdan a detalle cómo sucedieron los hechos, sino que recuerdan lo que vieron o lo que escucharon al momento del ataque.


En la siguiente nota se retomará el tema de la neurobiología del trauma para hablar de las hormonas de lucha y huida implicadas en la respuesta ante un estímulo estresante.



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