Neurobiología del Trauma II
NEUROBIOLOGÍA DEL TRAUMA II:
Amígdala y Eje Hipotálamo-Hipófisis-Suprarrenales
El estrés activa un conjunto de reacciones que implican respuestas conductuales, emocionales y fisiológicas que permiten al organismo responder ante una amenaza de la manera más adaptada posible.
En la nota previa se comentó el papel tan importante de la corteza cerebral prefrontal y la amígdala como principales receptores de un estímulo estresante. Las funciones complejas de la corteza prefrontal son inactivadas para dar lugar a la respuesta refleja y automática por parte de la amígdala. Ésta última activa el “circuito de defensa” que se traduce en la liberación de hormonas de lucha y huida por medio del hipotálamo, hipófisis y glándulas suprarrenales.
El hipotálamo está ubicado en el centro del sistema límbico; se extiende desde la región del quiasma óptico hasta el límite caudal de los tubérculos mamilares y se conecta con la hipófisis a través de fibras nerviosas que viajan desde los núcleos supraóptico y paraventricular del hipotálamo hacia el lóbulo posterior de la hipófisis.
Por otra parte, las glándulas suprarrenales se encuentran ubicadas sobre el polo superior de cada riñón y se encuentran divididas en médula y corteza. Las células de la médula sintetizan adrenalina y noradrenalina; mientras que las zonas histológicas de la corteza producen cortisol (zona fascicular), aldosterona (zona glomerular) y esteroides androgénicos (zona reticular). La adrenalina, noradrenalina y cortisol son las principales hormonas suprarrenales que se secretan ante una situación percibida como estrés o amenaza por parte del “circuito de defensa” como se explicará a continuación.
El “circuito de defensa” se compone de tres fases:
Fase de ALERTA. Primera fase. En respuesta a una amenaza, el hipotálamo ejercerá efecto sobre la liberación de hormonas hipofisarias, que a su vez estimularán la médula de las glándulas suprarrenales para secretar adrenalina, cuyo objetivo es suministrar energía en caso de emergencia. Por lo tanto, en el cuerpo humano, se registrará aumento de la frecuencia cardiaca, vasodilatación y aumento del estado de alerta o vigilia.
Fase de DEFENSA o RESISTENCIA. Segunda Fase. Si el estrés persiste, se estimula la zona fasciculada de las glándulas suprarrenales para secretar cortisol, el cual mantiene niveles constantes de glucosa en sangre para mantener el óptimo funcionamiento de los músculos, el corazón y el cerebro para tener energía en caso de que sea necesario atacar, resistir o huir.
Finalmente, la fase de RELAJACIÓN. Tercera fase, la cual corresponde al agotamiento del organismo en donde poco a poco las hormonas secretadas serán menos eficaces y comenzarán a acumularse en el torrente sanguíneo. Cuando se ha encontrado una buena respuesta adaptativa, el mismo cortisol inactiva los procesos biológicos provocados por la amenaza, fungiendo como una hormona “antiestrés”.
No obstante, cuando el estrés se vuelve crónico, se presenta una alteración hormonal con consecuencias orgánicas y psiquiátricas con impacto negativo sobre la salud, ya que no existe la autorregulación propia del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal que nos permite percibir la diferencia entre una amenaza y una situación que no representa peligro.
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