La Rodilla. Parte I. Anatomía y Función
LA RODILLA
PARTE I. ANATOMÍA Y FUNCIÓN
¿Qué huesos conforman la rodilla? ¿Qué músculos la rodean? ¿Cuál es su función?
La rodilla es una articulación de suma importancia en el esqueleto humano. Posee gran estabilidad en extensión completa para soportar el peso del cuerpo sobre un área relativamente pequeña, pero al mismo tiempo debe estar dotada de la movilidad necesaria para poder caminar y para orientar eficazmente el pie en relación con las irregularidades del terreno. El sobrepeso y obesidad, las caídas y sobretodo las lesiones deportivas condicionan el rápido desgaste articular.
En esta primera parte se hablará de la anatomía y función general de la rodilla para posteriormente, en la segunda parte, comentar los diversos mecanismos de lesión de la articulación.
El complejo de la rodilla está compuesto por tres huesos, el fémur, la tibia y la rótula. El fémur se extiende desde la cadera a la rodilla. Es el hueso de mayor longitud, y constituye por si sólo el esqueleto del muslo. El extremo inferior del fémur, junto con la tibia, constituye la articulación principal de la rodilla. Está formado por dos eminencias óseas o cóndilos, separados por una “rampa” femoral, sobre la cual se desliza la rótula. La tibia junto con el peroné compone el esqueleto de la pierna; su porción superior es una plataforma dividida en dos platillos, interno y externo que sirven de apoyo a los cóndilos femorales. La rótula es un hueso aplanado, de apariencia redondeada que posee dos superficies, cara anterior que sirve de polea para los tendones del cuádriceps y propio de la rótula; y cara posterior que contacta los cóndilos femorales.
Toda articulación necesita ser estabilizada por elementos de contención; en el caso de la rodilla, estos elementos son la cápsula articular, los meniscos, los ligamentos, y las estructuras músculo-tendinosas.
Los meniscos son dos láminas fibrocartilaginosas curvilíneas localizados sobre los platillos tibiales. Tienen por función amortiguar el roce entre los cóndilos femorales y los platillos tibiales; estabilizar el área de movimiento de las superficies tibiales, y distribuir la fuerza y el liquido sinovial. La inestabilidad articular por atrofia muscular y lesiones cápsulo-ligamentosas son factores que predisponen las lesiones de los meniscos.
Los ligamentos son refuerzos de la cápsula que se oponen a los desplazamientos articulares más allá del límite permitido. Los ligamentos de la rodilla son el colateral interno (media), que impide que la rodilla se desplace medialmente; el colateral externo, que impide que la rodilla se desplace hacia afuera; y los ligamentos cruzados anterior y posterior, que evitan que la rodilla se desplace hacia adelante y hacia atrás, respectivamente.
La rodilla es cruzada por varios grupos musculares provenientes del muslo y de la rodilla. Según su función se pueden clasificar en músculos que flexionan y músculos que extienden la articulación. El grupo extensor está dado por el cuádriceps femoral (recto anterior, vasto interno, vasto intermedio y vasto externo) cuyo tendón se inserta en el polo superior de la rótula, se prolonga por encima de la misma, y se convierte en el tendón rotuliano. Por otra parte, los músculos que se encargan de flexionar la rodilla se localizan en la región posterior, y son el semitendinoso, sartorio, grácil (cuyos tendones son conocidos como pata de ganso), semimembranoso, y el gastrocnemio (o gemelos), los cuales permiten la flexión y rotación externa de la rodilla.
Finalmente, el estímulo nervioso de la rodilla está dado por el nervio femoral. De la misma manera, la circulación sanguínea está dada principalmente por la arteria poplítea que se origina de la arteria femoral. Los traumatismos de rodilla, fracturas y luxaciones pueden llegar a dañar la arteria poplítea dejando sin irrigación a la rodilla, pierna y pie, por lo que un traumatismo directo a esta zona requiere de atención quirúrgica inmediata para. preservar la función de la extremidad
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